Estas calabacitas, que compré en Santiago de Compostela, se pueden encontrar en todo el mundo y reciben diferentes nombres y usos, sobre todo como cajas de resonancia de distintos instrumentos musicales o para guardar diferentes líquidos. En España se las conoce como calabazas del peregrino, y en nuestro país como porongos (de ahí vienen los llamados mates porongos). En la provincia de Santiago del Estero existe una laguna llamada Laguna de los Porongos, que es uno de los paraísos naturales que tiene la Argentina.
A mí se me ocurrió que podía darles un nuevo uso y una nueva vida. Con un corte, al hacerles una boquita y dos ojos, a cada una de las calabazas la transformé en un "espíritu del bosque", como los que se pueden ver en la película La Princesa Mononoke.