sábado, 9 de marzo de 2013

Crimen en la flora



Ilustración: © Miles Gayo, 2010


"Por la mañanita, las abejas iban a recoger el polen y mi hermana iba a recoger las flores: allí encontró el yelmo de loza entre las hierbas, pero, niña como era, pensó que se trataba de un pedazo de astro. Lo trajo y venía lleno de polen como una corola. Al verlo, juzgué que se trataba de una jícara de porcelana decorada que comenzase a convertirse en ostra o bien en un fragmento de orinal imperial. Era un yelmo. Le expliqué que el yelmo y el humo son de la misma edad. Ella sonreía oyendo y, levantándose, puso dentro de él las flores que había dejado sobre la silla y lo colocó como un jarrón en el centro de la mesa. Había al lado un reloj despertador con sus agujas y sus números sobre la alba esfera de esmalte —una flor durable. El mejor lugar para un reloj—le dije— es en medio de un cantero de azucenas. 

Sólo una semana más tarde reparé que aquel yelmo era en verdad un cráneo —Lo que quedaba del esqueleto de un hombre o, por lo menos, lo que de él se había hallado hasta entonces. Fuí hasta el jardín, que queda al lado de la casa, y comencé una búsqueda minuciosa de los restos mortales del desconocido. El día era claro y la tierra del jardínestaba seca, apuñalada por tallos marrones de rosadelfa, de violetas, azucenas, hortensias, jazmines-clavo-de-difunto, lirios, romerillos, miosotis, adormideras, amores-perfectos, magnolias, alecrines, perpetuas, dalias, príncipes negros, siemprevivas, angélicas, lilas, fucsias, galanes-de-noche, margaritas y girasoles. Era todo visible. De rodillas en el suelo, blando y esquivo, buscaba con los dedos entre las flores caídas, espiando entre las flores paradas en el aire, planetarias, y cuyo sol (oculto) bien podía ser aquella calavera de hueso de loza, puesta hecha un jarrón en nuestro portal. nada encontré. A la tardecita proseguí en la búsqueda hasta que la noche llegó. En vano. El martes volví a la pesquisa en el jardín. En vano. El miércoles, en vano. El jueves, en vano. El viernes, en vano. El sábado, en vano. El domingo (bello y rico), en vano. De nuevo el lunes, en vano. Martes, en vano. Miércoles, en vano. Jueves, en vano. Viernes, en vano. El sábado, en un claro entre las hierbas, hallé un anillo, albo como la plata. Aproximando los dos ojos, para verificarlo mejor, percibí que dentro de él pulsaba alguna cosa; como un reloj. Procuré cómo abrirlo. En vano. un reloj sin esfera me parecía algo demasiado extraño. Lo escuché atentamente: tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic (...)"

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Me llamo Martín Ezequiel Bracamonte. Nací el 19 de marzo de 1987 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Soy periodista y quiero ser escritor. Trabajé en las redacciones de dos revistas masculinas: Maxim (Ed. Televisa) y Hombre (Ed. Perfil), entre los años 2008 y 2012. Pero mi laburo no dice nada acerca mío. Me gusta leer, escuchar música y andar en bicicleta. Y hacer muñecos de papel.

DESTRUCTOR BRACAMONTE

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