domingo, 23 de septiembre de 2012

Vacas (II)


Por martín Bracamonte

La vaca mira a través de los barrotes de un corral que mide menos de seis metros por dos. Lleva sobre el lomo una enorme mochila de vinilo, inflada por su propia flatulencia. Por decirlo de alguna manera, esta novilla de dos años y medio y casi 450 kilos de peso obtuvo lo que para muchas personas (humanas) equivale a ganar la lotería: conchabarse, de por vida, en un empleo del estado. Esta vaquita no tendrá por último destino el matadero o el tambo, no será carneada por Samid ni tampoco su piel servirá a la confección de botas que fans potentados del Chaqueño Palavecino comprarán en la Triple Frontera. Su cuerpo, por el contrario, goza de todos los cuidados y la manutención que el panel de expertos del Inta y del Conicet -que se encargan de ella-, pueden ofrecerle. A cambio, los científicos obtienen del animal una pequeña cantidad de gases que produce diariamente y que ellos mismos se encargan de envasar con el objetivo de reducir el calentamiento global y (quizás en un futuro no muy lejano) obtener energía limpia.

LA CULPA ES DE LAS VACAS

La investigación exhaustiva del efecto invernadero nació en la Argentina tras la firma del tratado de Kioto, un protocolo internacional suscripto por 180 países e impulsado por la Conferencia de Desarrollo y Medio Ambiente de las Naciones Unidas. Este tratado pretendió que los países aunaran sus esfuerzos para reducir la emisión de gases contaminantes liberados en la atmósfera a un nivel que permitiera la estabilización de estos gases, sosteniendo la tesis que una desestabilización de los mismos alteraría irremisiblemente el sistema climático mundial. Las cuatro sustancias gaseosas responsables del efecto invernadero son: dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y sulfuro-hexafluorido y dos grupos de gases producidos exclusivamente por las naciones industrializadas (hidrofluorocarbonos y perfluorocarbonos). “Tras la suscripción al Protocolo de Kioto en 1995 -explica Guillermo Berra, al frente del equipo investigador del Inta- la Argentina se comprometió a confeccionar un inventario detallado de todas las emisiones contaminantes que se lanzasen a la atmósfera en los diferentes rubros. Uno de estos rubros es el agrícola ganadero: a medida que transcurría mayor cantidad de tiempo y más inventarios eran archivados y vueltos a rever, nos percatábamos de que una fuente importante de esa contaminación, justamente, provenía de las vacas. Los gases más perjudiciales producidos por las vacas son principalmente dos: el metano y el óxido nitroso”. Según Berra, el sector agrícola-ganadero es responsable del 40% de las emisiones de gases que contribuyen al efecto invernadero, de las que un 10% pertenecen a la ganadería. En conjunto, los gases derivados de la explotación agropecuaria representan la segunda fuente de polución atmosférica en la Argentina, solo después de las energías eléctrica y atómica. De todas maneras, la contribución de la Argentina al “calentamiento global” (fenómeno caracterizado por un exceso de gases que retienen el calor en la atmósfera) es mínima: se enmarca en apenas el 0,5% de todos los gases de efecto invernadero emitidos por los países en vías de desarrollo: el restante 99,5% de la contaminación es obra de los países industrializados. Dentro de ese 0,5% , la Argentina colabora con 1 de cada 200 emisiones perjudiciales.

UN PROYECTO ARGENTINO

 “El grueso de los gases de la vaca se produce dentro del estómago y en menor medida en los intestinos. Durante la rumia, la vaca es semejante a un tanque de agua lleno hasta la mitad. En la parte más baja, donde se depositan los terrones de yerba sin procesar, se originan gases que atraviesan la capa media (alimento procesado) y se acumulan en la parte superior. El interior de una vaca está lleno de gas”, dice Laura Finster (Inta), quien con Silvia Valtorta y Ricardo Bualo (ambos del Conicet) son partícipes del proyecto de recuperación de los gases estomacales vacunos que encabeza el ingeniero Berra. Laura Finster hace una cronología del proyecto y de la Comisión: “El paso siguiente fue buscar una herramienta que nos permitiera obtener esos gases durante el proceso de la rumia, disociándolos del aparato digestivo a través de una cánula que hiciera las veces de ano contra natura. El modelo lo presentamos en Nueva Zelanda en 2007 ”.

LIBERTAD DE VIENTRES

La huella que dejan los gases de efecto invernadero permanece en la atmósfera durante largo tiempo y comprende no solo las emisiones gaseosas producidas por las vacas, sino también aquellas que libera cada uno de los elementos que participan de la cadena de producción. Ricardo Bualo, otro miembro del proyecto explica: “El óxido nitroso se produce de dos maneras: en los sistemas ganaderos en los que se confina el estiércol dentro de un recinto cerrado, como en un criadero de pollos, y el bosteo, donde la vaca va al campo y defeca. Los primeros son sistemas confinados en los que el estiércol y la orina no son desechados, es el hombre el que tiene que hacer algo en esos sistemas para sacar los residuos de allí”. Un esfuerzo similar para liberar a la atmósfera, pero focalizado en los gases, es la de este esfuerzo compartido por el Inta y el Conicet. Explica Ricardo Bualo que “cada una de estas mochilas-globo tiene capacidad como para 800 mil litros de gas por cada emisión. Normalmente en un día una vaca llena tres de estos tubos. Adentro hay metano y dióxido de Carbono. Es un aparato muy liviano y muy cómodo para el animal, aunque se lo confina para que la medición pueda ser hecha con mayor exactitud”. Uno de los peones levanta con una sola mano la mochila y muestra el tubo abierto. El olor que sale de ahí es mucho menos nauseabundo de lo que se podría imaginar. Es una mezcla de pasto mojado y huevos podridos, pero de ninguna manera el clásico olor a bosta de las vacas. A pesar de que podría pensarse que el animal ve dañada su salud por la intromisión de un cuerpo extraño en su estómago, los investigadores defienden su trabajo y explican algunos detalles técnicos. “Resulta absolutamente liberador para el animal que cada vez que se contraiga el estómago, válvulas unidireccionales empujen hacia afuera aquellos gases nocivos que, por otra parte, serían causantes de meteorismo”, explica Finster.

MAL ALIENTO

Sin embargo, la utilidad que tendrá a largo plazo este bombástico proyecto ya es cuestionada por algunos sectores ambientalistas. Marcelo Girolami, miembro de Greenpeace, cree que “la contribución del metano producido por las vacas a la atmósfera es muy poca. Las vacas no son significativas en el efecto invernadero. Sí, en cambio hidrocarburos, petróleo, gas y carbón. Los gases emitidos por el ganado son una cantidad mínima. Deberían preocuparse más por los combustibles fósiles”. Ahora bien, la pregunta que te venís haciendo a esta altura de la nota es: ¿estos gases son efectivamente pedos? Berra dice: “No. Estos gases surgen de la fermentación del alimento, que en la vaca se produce solamente a través de la boca. Los gases salen al aire mientras rumia y echa el aliento”.

¿GNC ANIMAL?

¿Pueden ser estos flatos el futuro de la energía en la Argentina? ¿Impulsarán la carrera de De Vido hacia nuevas alturas? O sea, ¿se pueden envasar y procesar estos gases para que hagan funcionar autos? “Esta tecnología se puede utilizar para el desarrollo de nuevas energías, pero es algo muy difícil y costoso de obtener”, afirma Finster. “Podría utilizarse de la misma manera que el GNC, envasando el gas de las vacas (comprimiéndolo) dentro de estos tubos. La contaminación sería mínima, pero el gasto, la cantidad de animales utilizados para producir este gas, lo costoso de las “mochilas” y de los tubos lo hacen algo puramente especulativo. La Argentina perdería dinero al hacerlo... y no redituaría de manera alguna para los pequeños productores”.

martinbracamonte1987@hotmail.com

jurabildo.blogspot.com

Me llamo Martín Ezequiel Bracamonte. Nací el 19 de marzo de 1987 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Soy periodista y quiero ser escritor. Trabajé en las redacciones de dos revistas masculinas: Maxim (Ed. Televisa) y Hombre (Ed. Perfil), entre los años 2008 y 2012. Pero mi laburo no dice nada acerca mío. Me gusta leer, escuchar música y andar en bicicleta. Y hacer muñecos de papel.

DESTRUCTOR BRACAMONTE

"Martín Rivas y los Tigres de Bengala" en Crónica TV